Creo que ya sea este evangelio como cualquier otro texto de la
Palabra tiene siempre algo nuevo y enriquecedor para cada uno y para todos como
comunidad. Es como el ejemplo conocido que nos presentó Jesús en la parábola del
sembrador, donde vemos que la semilla de la Palabra cae en distintos tipos de
terrenos. La misma Palabra escuchada en momentos diferentes por tiempos,
situaciones, edades, lleva en si diferentes frutos.
Pero creo que hoy día la profunda invitación que la Palabra del
Evangelio nos hace es a no achicarnos, a no mirar a nuestras pobrezas.
Vemos como Jesús, viendo a la multitud que los seguía, pregunta
a Felipe “¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?”. Quiere saber de
Felipe y de los demás cómo hacer para poder “compadecerse”, ser solidario, con
esta multitud. Inicialmente vemos que los discípulos tienen justo la reacción
de achicarse, de creer que no pueden
hacer nada…
Cuantas veces nosotros mismos caemos en la misma actitud,
achicarnos, mirar nuestras miserias, nuestra pobreza e impotencia delante de
las grandes necesidades que nos rodean. Pero sabemos que el texto evangélico nos
presenta después la intervención de Jesús que a partir de la pobreza y disponibilidad
del niño obra la multiplicación. Algunos estudiosos , sin sacar nada a lo
milagroso del texto, dicen que con mucha probabilidad esta actitud del niño
suscitó en otros el mismo gesto de solidaridad, la pobreza de varios puesta en
común es más riqueza, o por lo menos es meno pobreza… De eso hay varias experiencias
humanas a nuestro alrededor.
Se trata entonces de
recordarnos nuevamente que lo que Dios nos pide es ofrecerle lo que somos, la
pobreza que tenemos y somos, para que esa sea materia
prima para su obra de Amor.
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