La Palabra de la liturgia de este
V domingo de Cuaresma me parece riquísima de invitaciones para nuestra vida
cotidiana de discípulos del Maestro.
La primera lectura de Jeremías
nos recuerda la Alianza que Dios quiere hacer con su Pueblo, con cada uno de nosotros.
Esa alianza es por parte suya perpetua y fiel. Es Alianza que nace del
Amor, de ese Amor que Dios tiene por toda la humanidad y por eso por cada uno
de nosotros y -como decíamos ya en otras oportunidades- sin importar nuestros
méritos.
La segunda lectura, de la carta a
los hebreos, nos presenta un Jesús que “pide suplicante que se le salve de la
muerte”. Una oración suplicante que es imagen de las nuestras y que nos enseña
que Dios escucha nuestras voces.
Pero creo que el Evangelio es lo
que da sentido a las precedentes lecturas. En esta lectura se nos presentan dos
cosas: el deseo de “unos hombres” de conocer a Jesús y las palabras de Jesús
que nos recuerda “que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda
infecundo”; es por eso que Jesús nos repite “El que quiera servirme, que me
siga”.
Unos sombres quieren conocer a
Jesús… Se acercan a Andrés y Felipe, dos de sus discípulos. ¿Por qué querían
conocer a Jesús? ¿Curiosidad? ¿Búsqueda profunda? No sabemos… pero lo que es
claro es que Andrés y Felipe se encuentran en un rol de mediación. Sin duda son
ellos que le presentaros las primeras noticias sobre el Maestro. Esa actitud ¿no
es la que tiene que tener cada uno de nosotros que queremos ser discípulos de
Jesús? Ser “camino a Jesús”, intermediarios para que cada persona pueda tener
la oportunidad de hacer la experiencia del encuentro profundo con el Dios de la
Vida.
Pero el mismo Jesús en la segunda
parte del evangelio nos aclara lo que es de verdad “seguirlo como discípulos”,
significa entregarse por Amor, hasta dar
la vida… La muerte es algo absurdo por la simple mente humana. Pero para
nosotros cristianos la Vida es don de Dios y si reconocemos profundamente eso
podemos deducir dos cosas: a) que entonces cada uno de nosotros somos llamados
a vivir nuestra vida como entrega, don y b) que esta entrega tiene su precio,
su sacrificio, su inevitable dolor como cada entrega de Amor.
Seamos sinceros, en nuestras vida
cotidianas hay momentos que se nos hace “exigente”, “doloroso”, nuestra
fidelidad profunda y total a Dios. Eso es normal, pero solamente el alimentar contante
y concretamente nuestra relación de Amor con Dios puede salvarnos de la
mediocridad de una vida cristiana o de las pequeñas o grandes infidelidades en
nuestro testimonio cristiano en la cotidianidad.
“El que quiera servirme, que me siga…”
Mingo omi
No hay comentarios:
Publicar un comentario
si querés puedes mandarnos un comentario. GRACIAS