El Evangelio de hoy (Juan 10, 11-18) nos presenta una bella imagen de este amor: La figura del Buen Pastor. ¿Será que cada uno de nosotros se siente con Jesús un buen pastor o una buena pastora?
Entre los oyentes de Jesús, muchos debían tener a su cargo algún rebaño de animales domésticos, principalmente de ovejas. Este oficio era muy frecuente en Judea, propio de la gente sencilla a la que Jesucristo se dirigía.
¿Quién es un buen pastor? Cualquiera de los oyentes podría enumerar las notas más características: aprecia a cada oveja, se preocupa de cada una de ellas, las cuida con cariño... Aquel, sobre todo, que las defiende de las asechanzas y posibles ataques de los lobos. Si una se extravía, o se rompe una pata, deja a las 99 ovejas sanas para buscar a la descarriada. Y cuando la encuentra, no la lleva al redil a bastonazos, sino que la sube en sus hombros, la cura si está herida, y la lleva al redil junto a las demás ovejas.
Ésta es la imagen del Buen Pastor, y ésta es también la imagen con la que se identifica Cristo. El Buen Pastor, ama a cada una de sus ovejas, me ama a mí, hijo e hija suyo/a, tal vez rebelde, perezoso/a, ansioso/a, malhumorado/a, pero sobre todo con alma y corazón noble, de hijo/a agradecido/a y con gran capacidad de cuidar y amar la vida. Él también quiere que yo ame a sus otros hijos e hijas, que ame a mi prójimo, que cuide el rebaño, Cristo, Buen Pastor, quiere que yo también sea buen pastor y buena pastora.
Esto no significa que tenga que comprar un rebaño de ovejas y sacarlas a pastar todos los días; significa que voy a cuidar de mi vida y de las vidas que hay a mi alrededor, de las personas que me rodean en mi familia, en el colegio, en la universidad, en el trabajo, entre los amigos... ¡Cuántos detalles de cuidado puedo tener con estas personas concretas que me rodean! Una palabra de aliento, un buen ejemplo, una atención, un saberlos escuchar... Basta tener los ojos un poco abiertos, y las ocasiones para aportar vida o alegrar a los demás. Todos somos buenos pastores y buenas pastoras desde Jesucristo y a la vez todos somos ovejas, es decir, hijos e hijas, miembros de este único redil, cooperadores y constructores del Reino.
Buena semana del buen pastor.
P. Héctor Ortega Omi.
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