"Hagan esto en memoria mía"
¿Qué quiere decir celebrar la cena del Señor? El problema en comprender la eucaristía sólo como un culto sagrado está en utilizar, inconscientemente, las categorías y características de lo sagrado-profano de las religiones pre-cristianas o no-cristianas. En la medida en que pasamos de la celebración más importante o significativa de la vida cristiana a un culto sagrado, pasamos a creer que lo más importante es el cumplimiento preciso de las reglas rituales de la celebración, a creer en la eficacia “automática” de la eucaristía para nuestra salvación.
Si es así, no habría ninguna relación entre la eucaristía y la vida comunitaria, la vida encarnada, con la vida cotidiana, pues la eucaristía, por ser sagrada, estaría separada de estas cuestiones profanas. Si reducimos el “hagan esto en memoria mía” a un culto sagrado y separamos la eucaristía como un rito salvífico, no lograremos entender, por ejemplo, la reprensión que Pablo hace a la comunidad de Corinto. La crítica de Pablo no es porque la comunidad no valore la eucaristía, ni por el poco número de personas que participen, sino por la forma en que se celebra. Y esta crítica no tiene nada que ver con el cumplimiento de las reglas rituales o por el hecho de que presida el culto alguna persona no sagrada. Lo que Pablo reprende es la incoherencia entre la vida de la comunidad y lo que se celebra. Diversos miembros de la comunidad están más preocupados en comer cada uno su propia cena, por eso “mientras que uno pasa hambre, otro se embriaga” (1 Co 11, 21). Estas personas suelen ser las más bien situadas socialmente y, por esta causa, consiguen los mejores puestos en la asamblea de la comunidad.
Si es así, no habría ninguna relación entre la eucaristía y la vida comunitaria, la vida encarnada, con la vida cotidiana, pues la eucaristía, por ser sagrada, estaría separada de estas cuestiones profanas. Si reducimos el “hagan esto en memoria mía” a un culto sagrado y separamos la eucaristía como un rito salvífico, no lograremos entender, por ejemplo, la reprensión que Pablo hace a la comunidad de Corinto. La crítica de Pablo no es porque la comunidad no valore la eucaristía, ni por el poco número de personas que participen, sino por la forma en que se celebra. Y esta crítica no tiene nada que ver con el cumplimiento de las reglas rituales o por el hecho de que presida el culto alguna persona no sagrada. Lo que Pablo reprende es la incoherencia entre la vida de la comunidad y lo que se celebra. Diversos miembros de la comunidad están más preocupados en comer cada uno su propia cena, por eso “mientras que uno pasa hambre, otro se embriaga” (1 Co 11, 21). Estas personas suelen ser las más bien situadas socialmente y, por esta causa, consiguen los mejores puestos en la asamblea de la comunidad.
Son las que tienen suficiente para comer y beber en su casa mientras que los miembros pobres de la comunidad no tienen nada que comer. Por esto Pablo dice: “¿No tienen casa para comer y beber? ¿O es que desprecian a la Iglesia de Dios y se avergüenzan de los que no tienen? (1 Co 11, 22). Para Pablo “quien come y bebe del cáliz del Señor sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo” (1 Co 11, 29). Rito y coherencia ¿Cómo alguien que participa de un culto sagrado salvífico puede estar siendo condenado precisamente a causa de su participación? En la cosmovisión de lo sagrado-profano, si la persona hace correctamente las purificaciones rituales exigidas, la eficacia del rito depende de la precisión y corrección del sacerdote que hace la ofrenda-sacrificio. Siendo esto así, la crítica de Pablo no consiste en la “impureza ritual”. Lo que critica es la incoherencia entre lo que se celebra (la eucaristía, la cena en memoria de Jesús) y la actitud de los cristianos y de la propia comunidad en relación al hambre de los más pobres y menos importantes de la comunidad. La crítica de Pablo no tiene nada que ver con el rito sagrado. En cambio, la crítica por la incoherencia entre la vida concreta y la celebración de la eucaristía presupone una comprensión de la celebración eucarística como un sacramento, un signo del seguimiento de Jesús, y no como un rito sagrado, mágico, que por su mera realización tendría los efectos prometidos. El problema de esta comunidad es que transformó la memoria de la vida, muerte y resurrección de Jesús en un simple culto, dentro de la lógica sagrado-profano. La celebración de esta memoria, que debería reunir a la comunidad en torno al mensaje pascual liberador, que cuestiona, responsabiliza y hace a la comunidad creadora de su propia palabra sobre la historia humana, se transformó sólo en un culto. Lo que debería ser vivido como un sacramento fue transformado en un rito sagrado. “Hagan esto en memoria mía”: La cuestión central de nuestra reflexión es qué entendemos por “hagan esto en memoria mía”. Cuando reducimos esta memoria a un culto sagrado, estamos interpretando el mandato de Jesús en el sentido de que celebramos la eucaristía en memoria de la última cena de Jesús. La memoria de la persona de Jesús queda reducida a una circularidad: rehacer la cena en memoria de la cena. Toda su vida de predicación y lucha por el Reino de Dios desaparece o pasa a un segundo plano.
La memoria de Jesús queda reducida a un símbolo o mito religioso que apaga la vida de Jesús. Los discípulos de Jesús y las primeras comunidades cristianas tuvieron la preocupación de repetir y, después, poner por escrito las enseñanzas y la práctica de Jesús, para que esta memoria no pudiera ser desfigurada por deseos meramente humanos o por nuestras necesidades psicológico-religiosas, y se pudiese continuar cuestionándonos y llamándonos a la responsabilidad de anunciar el Reino de Dios. Celebrar la eucaristía en memoria de Jesús no es una discusión para ver cuál es la iglesia que posee el rito más eficaz de salvación, o salir de la historia para entrar en un espacio y un tiempo sagrados. Celebrar la memoria de Jesús es preservar la unidad del tiempo de Jesús, sus enseñanzas y sus prácticas, con el nuestro, con nuestras prácticas en el seguimiento de Jesús. Sin este memorial, perdemos el sentido de pertenecer a una historia, a una tradición espiritual que llega hasta nosotros porque generaciones y generaciones de cristianos mantuvieron la memoria y nos transmitieron la buena noticia de Jesús encarnado en la historia humana. Para no caer en esta tentación hemos de seguir el mandato de “hagan esto es memoria mía”, es decir, celebrar la eucaristía como el sacramento que sintetiza las luchas y el deseo de Jesús: un mundo en el que todos nosotros, reconciliados entre sí y con Dios, repartimos el pan y el vino como signo de fraternidad y de compromiso de seguir luchando para que todos tengamos vida en abundancia. La memoria de Jesús nos convoca a luchar por una sociedad movida por un espíritu más humano y más divino que permita que todos vivamos en dignidad y justicia. La misión no será fácil. Pero nos sabemos llamados a seguir los caminos de Jesús, aunque muchas veces estos caminos entren en conflicto con algunos sectores más de poder o discurran fuera de las instituciones más estructuradas y de mayor prestigio.
P. Héctor Ortega omi
No hay comentarios:
Publicar un comentario
si querés puedes mandarnos un comentario. GRACIAS