El evangelio de hoy (san Juan, 6,24-35) es continuación de lo que hemos escuchado el domingo pasado, la
multiplicación de los panes contada por el evangelista Juan.
Hoy se nos presenta a la gente que
va en busca de Jesús y éste al verlos les dice claramente la motivación de esta búsqueda:
“les aseguro que Uds. no me buscan porque han visto las señales milagrosas,
sino porque han comido hasta hartarse…”.
A partir de eso nace todo un diálogo entre Jesús y la gente que lleva a Jesús a decir inicialmente “No trabajen por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y les da vida eterna” y después “Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed”.
Esas palabras siempre tuvieron un
sentido eucarístico, memorial de Jesús Eucaristía que alimenta nuestro camino
cristiano.
Pero me parece oportuno probar a
ver algunos matices que pueden ayudarnos a vivir en profundidad esta Palabra.
Cuando Jesús dice “no trabajen
para la comida que se acaba” sin duda no quiere poner en discusión las
necesidades naturales y básicas de alimento del hombre (él mismo poco antes
había dado respuesta a eso…) pero quiere alertar a la gente a no quedarse en
esta primera y natural búsqueda. Hoy día se habla del hambre que todavía
persiste en muchos lugares en el mundo pero no nos damos cuenta que hay otros
tantos lugares, muchas veces muy cerca nuestro, donde hay un profundo
hambre de cariño, de escucha, de relaciones verdaderas, de sentido de la vida. Es en este sentido que Jesús dice “trabajen”, tenemos que trabajar en serio para buscar lo que puede dar sentido y saciarnos profundamente.
hambre de cariño, de escucha, de relaciones verdaderas, de sentido de la vida. Es en este sentido que Jesús dice “trabajen”, tenemos que trabajar en serio para buscar lo que puede dar sentido y saciarnos profundamente.
Todos nosotros dedicamos un
tiempo al trabajo para conseguir el pan, los alimentos que sacian nuestra vida biológica.
Pero ¿Cuánto tiempo, esfuerzo, energías dedicamos a “trabajar” para conseguir
lo que da sentido a nuestra vida? ¿No es que corremos el riesgo de buscar para
nuestra vida profunda comida chatarra
que satisface solamente temporáneamente nuestra persona pero que en realidad no
alimenta?
Jesús a esta altura pronuncia una
frase que dicha por otra persona podría parecer un profundo atrevimiento, fruto
de un ataque de megalomanía…
“Yo soy el pan que da la verdadera Vida…”. Quién sabe muchos de los que leen estas líneas hicieron ya la experiencia de sentir hambre, hambre de algo distinto, de algo que satisficiera profundamente la propia vida. Es gracias a ese hambre, al querer algo más, más profundo que inició la búsqueda y para muchos la aventura de ponerse en camino como discípulos atrás de Jesús.
“Yo soy el pan que da la verdadera Vida…”. Quién sabe muchos de los que leen estas líneas hicieron ya la experiencia de sentir hambre, hambre de algo distinto, de algo que satisficiera profundamente la propia vida. Es gracias a ese hambre, al querer algo más, más profundo que inició la búsqueda y para muchos la aventura de ponerse en camino como discípulos atrás de Jesús.
Jesús dice “yo soy el pan de vida…”.
Como decíamos esas palabras tuvieron y tienen un sentido eucarístico: Jesús pan
de vida eterna en la eucaristía. Pero Jesús dice “yo soy” y todas las presencias
de Jesús tienen esta capacidad de nutrirnos. Entonces Jesús presente en la
Palabra, Jesús presente en la comunidad (donde
dos o más están reunidos en mi nombre YO ESTOY EN MEDIO DE ELLOS), en los
más necesitados (cualquier cosa hicieron
a unos de estos pequeños LO HICIERON A MI…), en los momentos de encuentro íntimo
y profundo con Dios en la oración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
si querés puedes mandarnos un comentario. GRACIAS