Este domingo coincide con la fiesta litúrgica de todos los santos, fiesta donde la
Iglesia celebra la alegría de tener tantos ejemplos de vida plena, tantos que contarlos
es imposible…
Me gustó una anécdota que me contaron…
Una catequista en una salida llevó unos niños a una Iglesia
donde había lindos vitraux y varias de estas ventanas tenían vidrios con imágenes de santos. La semana
siguiente el párroco les preguntó a los niños que eran los santos y uno le
contestó: SON LOS QUE HACEN PASAR LA LUZ…
Realmente un santo es lo que hace trasparentar la luz de
Dios en su vida. Así como en una ventana de colores la luz pasando toma el
color del vidrio así los distintos santos que conocemos son simplemente
distintas imágenes y matices del Amor de Dios en la historia de la humanidad. Y
siendo así, lo repetimos, la mayoría de los santos no son conocidos por la
mayoría sino solamente por el mismo Dios.
Pero ¿cómo llegar a la santidad? No se trata de tener una
vida “extraordinaria” sino de vivirla con radicalidad en lo cotidiano. No se
trata de arriesgar la vida sino de jugársela por Cristo y “trasparentando” Su
Amor a quien nos rodea.
Hoy el evangelio nos presenta las bienaventuranzas: dichosos
los justos, los pacientes, los misericordiosos, los humildes, los que se la
jueguen por una vida de testimonio de los valores anunciados por Cristo. Ese es
el camino que nos lleva a la santidad…
¿Y tú, te la juegues? Arriesga tu vida por algo que vale. ¡¡¡Déjate traspasar por la Luz…!!!
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