Quien sabe se puede comparar a ese lo que siento en este
momento… Solamente los criollos
pueden entender esta rara comparación… la riqueza de algo amargo…
La fe en la Resurrección anima estos momentos pero eso no
saca la amargura del momento.
Cuando nos pasa cerca lo de una muerte imprevista nace
espontaneo preguntarse: ¿y yo qué? ¿y si me hubiera tocado a mí? Nace espontaneo
entonces darse cuenta de la provisoriedad de la existencia.
Recuerdo mi padre
que decía que la vida es un soplo (“nu
schiusch”) que se lleva todo. Nosotros
cristianos sabemos que lo que estamos celebrando hoy es justo darnos cuenta que
la muerte no es la última palabra, pero no obstante experimentamos la
fragilidad de la existencia.
Delante de estas circunstancias nace espontaneo preguntarnos “y si me tocara a mí, ¿qué dejaría a mi
alrededor? Pero esa misma reflexión esconde inconscientemente un deseo de eternidad. Lo que yo me
pregunto es ¿qué dejaría incumplido? ¿Qué quedaría no dicho y no hecho?
Recuerdo después lo que la tradición atribuye a Santo
Domingo sabio que, cuando se le preguntó que hubiera hecho si se hubiese
enterado que eran sus últimos momento de vida, contestó CONTINUARÍA A HACER
BIEN LO QUE ESTOY HACIENDO.
La Vida es sí un soplo. Un Soplo divino nos dio vida y un
soplo de Vida será lo último que donamos. Que nuestro soplo sea entonces
solamente aliento de Vida para quien nos rodea. No soplemos inútilmente…
Mingo omi
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