“El Sacerdocio es el amor del corazón de Jesús”, repetía con frecuencia el Santo Cura de Ars. Esta conmovedora expresión nos da pie para reconocer con devoción y admiración el inmenso don que suponen los sacerdotes, no sólo para la Iglesia, sino también para la humanidad misma. Tengo presente a todos los presbíteros que con humildad repiten cada día las palabras y los gestos de Cristo a los fieles cristianos y al mundo entero, identificándose con sus pensamientos, deseos y sentimientos, así como con su estilo de vida. […]
…es preciso que los sacerdotes, con su vida y obras, se distingan por un vigoroso testimonio evangélico. Pablo VI ha observado oportunamente: “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan, es porque dan testimonio”. Para que no nos quedemos existencialmente vacíos, comprometiendo con ello la eficacia de nuestro ministerio, debemos preguntarnos constantemente: “¿Estamos realmente impregnados por la palabra de Dios? ¿Es ella en verdad el alimento del que vivimos, más que lo que pueda ser el pan y las cosas de este mundo? ¿La conocemos verdaderamente? ¿La amamos? ¿Nos ocupamos interiormente de esta palabra hasta el punto de que realmente deja una impronta en nuestra vida y forma nuestro pensamiento?”. Así como Jesús llamó a los Doce para que estuvieran con Él (cf. Mc 3, 14), y sólo después los mandó a predicar, también en nuestros días los sacerdotes están llamados a asimilar el “nuevo estilo de vida” que el Señor Jesús inauguró y que los Apóstoles hicieron suyo.
Benedicto XVI
“Todos recordamos aquella gracia concedida a Eugenio el Viernes Santo de 1807. Su contemplación de la Pasión ensangrentada de Cristo fue determinante. Lo impulsó irresistiblemente a consagrar su vida como sacerdote al servicio de los más abandonados. Eugenio descubre el sacerdocio como el camino para cumplir la misión que Jesucristo le ha encomendado. Por eso siempre dirá de los oblatos que somos cooperadores de Jesucristo al servicio de los más pobres. Y siempre estos elementos irán juntos en la vida y la misión del fundador y de los oblatos, ser sacerdote es estar unido firmemente a Jesucristo para anunciarlo como misioneros de los más pobres.
Cuando fue ordenado sacerdote el 21 de diciembre de 1811, el sueño de Eugenio era ser “el sirviente y sacerdote de los pobres”. Y ese deseo continúa desarrollándose en sus primeros años de ministerio en Aix. El contacto directo con la juventud empobrecida y los prisioneros de guerra fortalecieron el deseo de Eugenio de consagrarse completamente a estas personas olvidadas. Repetidamente expresa su deseo de cooperar con Cristo en la salvación del mundo, para que el derramamiento de la sangre de Cristo pueda ser eficaz para otros como ha sido para él.
Y es necesario resaltar dos elementos que me parecen fundamentales en nuestro sacerdocio oblato: la Eucaristía y la Reconciliación. Eugenio y los oblatos encontramos en la oración y especialmente en la Eucaristía la fuerza que necesitamos para mantenernos unidos a Cristo y para poder comunicar su palabra y su presencia a los pueblos donde somos enviados. Y por otro lado manifestamos su amor y su misericordia a través del sacramento de la Reconciliación. Eugenio una y otra vez ha insistido a sus sacerdotes que sean misericordiosos y que puedan manifestarlo en su vida y en el ministerio de la Reconciliación. Solo así podremos vivir con fidelidad nuestra consagración y nuestro sacerdocio como misioneros oblatos. (P.Omar Friedrich omi)
Acción del día: realizar la oración del día agradeciendo por la vida de un sacerdote cercano a nosotros o nuestra familia.
Te proponemos rezar…
Mientras comían, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen y coman; esto es mi cuerpo.» Después tomó una copa, dio gracias y se la pasó diciendo: «Beban todos de ella: esto es mi sangre, la sangre de la Alianza, que es derramada por muchos, para el perdón de sus pecados. Y les digo que desde ahora no volveré a beber del fruto de la vid, hasta el día en que lo beba nuevo con ustedes en el Reino de mi Padre.» Después de cantar los salmos, partieron para el monte de los Olivos. (Mt 26,26-30)
Oración por las vocaciones oblatas.
Señor, mira con amor a nuestra familia misionera,
haz que se acreciente
atrayendo con su fervor nuevas vocaciones,
que todos alcancemos la plenitud en el amor
y trabajemos eficazmente para ser testigos de tu Reino
y apóstoles de los más necesitados.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.”
Amén.
María Inmaculada, ruega por nosotros
San Eugenio, ruega por nosotros
Beato José Gerard, ruega por nosotros
Beato José Cebula, ruega por nosotros
Mártires Oblatos, rueguen por nosotros
Te invitamos además a que puedas rezar un Padre nuestro,
Ave María y Gloria
No hay comentarios:
Publicar un comentario
si querés puedes mandarnos un comentario. GRACIAS