“Hacemos al hombre a imagen y
semejanza nuestra…” Eso leemos en la palabra de la Biblia cuando nos habla de
la creación del hombre y hoy la fiesta de la Trinidad nos llama a preguntarnos
si mantenemos nuestras semejanzas creacionales con la Trinidad
Pero, cuándo hablamos de
semejanza, de ser creados a imagen de Dios,
¿qué tenemos que entender? Esta semejanza
a la Trinidad tiene que verse fundamentalmente en lo que es la naturaleza propia
de Dios, de la Trinidad. Se trata de recordar que como dice San Juan Dios es Amor y el mismo San Agustín explicaba
la Trinidad como una relación de Amor constante entre Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Podemos entonces decir que
nuestra semejanza tiene que tener fundamentalmente dos aspectos: El Amor (de
ese Amor que Dios nos revela) y una capacidad relacional que tenga como modelo
la misma Trinidad.
Es quien sabe la oportunidad de
preguntarnos si de verdad se nos puede decir “de tal palo tal astilla…” ¿revelamos
esta semejanza divina? ¿No es que tendremos necesidad de una cirugía plástica de conversión a la imagen creatural?
¿Cómo son nuestras relaciones en
familia, entre amigos, con los vecinos, con quien nos rodea? Probamos a
preguntarnos qué redes de relaciones queremos construir a nuestro alrededor…
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