domingo, 5 de julio de 2015

Mirar sin ver, conocer sin comprender, la apariencia puede engañar…

Resultado de imagen de un profeta no aceptado en su pueblo fanoLa liturgia de hoy nos lleva a dos reflexiones
La primera es la que surge del evangelio. Jesús va “a su pueblo” y encuentra la gente de allá que creía conocerlo porque sabían su historia, lo habían visto a la vuelta en la plaza del pueblo o quien sabe algunas veces había acompañado a José en sus trabajos de carpintero…
Creían conocerlo pero saben solamente su historia pasada y solamente lo que se ve por el exterior. Jesús no logra manifestarse por que la mirada de esa gente es simplemente exterior, superficial, quedada en el pasado.
Resultado de imagen de chusmerioEsa actitud puede envolvernos también a nosotros. Sea en relación con los demás cuando no logramos verlos “con la mirada de Dios” (el salmo nos hacía decir “Nuestros ojos están en el Señor”) y llegamos a conclusiones simplemente por apariencias o “chiusmeríos del pasado” cerrándonos así a la novedad de vida que puede estar en cada persona que se encuentra con Cristo.
 Pero lo mismo nos puede pasar en relación a Dios cuando estamos anclados a nuestras experiencias del pasado y no prestamos atención a las varias invitaciones a algo nuevo que Él nos ofrece en la cotidianidad a través de sus variadas voces. En esos casos nos puede pasar de decir “pero si siempre fue así…!!!” o “lo mío (tiempo, energías, etc) ya lo di, ahora toca a otros…” cerrándonos entonces  a la novedad y continuidad del camino de cada discípulo de Cristo.
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Pero si estamos abiertos a esta novedad entonces nos pasa lo mismo que hemos escuchado en la primera lectura y en la carta de San Pablo: somos llamados a ser profetas, anunciadores del Reino.
Es una tarea ardua y si nos miramos a nosotros mismos nos viene espontaneo achicarnos, recordarnos de los tantos defectos e insuficiencia de nuestra persona… Pero nos viene en ayuda la experiencia de Pablo que recuerda que “es Dios que llama y acompaña”, que él nos llama a anunciarlo a partir de nuestra humanidad y debilidades. Dios no cambia nuestra humanidad sino que nos aporta su gracia para que con esa podamos testimoniarlo. Es la misma experiencia de la debilidad que nos hace experimentar la Gracia. También para cada uno de nosotros son directas las palabras “Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad.”
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Solamente teniendo la mirada de Dios sobre la realidad en que vivimos podremos vivir nuestra misión de profetas en nuestra sociedad.

Buen camino y a corregir la mirada para ser verdaderos testigos

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