También hoy el tema central de
nuestra liturgia dominical es “el anuncio”, primera lectura y evangelio nos
hablan en estos términos…
Ese anuncio es algo que
reencontramos en el evangelio de Marcos cuando asistimos al envío de los mismos
apóstoles a anunciar la conversión, un cambio de vida, la escucha del mensaje
de Salvación.
Pero quería poner la atención
sobre la primera lectura que nos habla de una situación parecida a lo que
presentaba el evangelio del domingo pasado, donde la gente no lograba entender
a Jesús en su anuncio renovador. Esta vez le toca a Amós ser invitado a “irse a
anunciar a otro lugar” y dejar de molestar…
La lectura en realidad nos dice a través de falsos profetas “ese
es el templo real”... que podría verse como el equivalente de “acá hay que
conformarse a anunciar lo que quiere el rey, los poderosos, la mayoría” y
menospreciando a Amós se le invita a irse.
Por su respuesta vemos que Amós
está consciente de su identidad sencilla, inadapta, pero más todavía sabe que
no es él que eligió anunciar sino que Dios lo llamó, sabe que el profetizar
para él es simplemente un responder a una vocación, a un llamado de Dios que
pensó servirse de él para llegar a los demás.
Esa actitud tiene que hacernos
reflexionar y eso en un doble sentido. ¿Nos pasa también a nosotros de querer
“alejar” de nuestra vida todas aquellas oportunidades que nos piden salir de
nuestras comodidades, de nuestras situaciones conformistas? Al mismo tiempo ¿cómo reaccionamos cuando se nos
intenta “conformarnos” a la manera de pensar y actuar de la mayoría, cuando, a
cambio de ser aceptados, la presión
social nos empuja a hacer y decir lo mismo que todos?
También a nosotros puede pasarnos
de ser rechazados, excluidos, denigrados, si anunciamos los valores cristianos
en nuestra sociedad actual en oposición a los valores de la mayoría.Nuestra tarea pero no es la de
ser “revolucionarios” sino simplemente ser testigos de una experiencia de vida.
Si miramos el Evangelio vemos claramente que Jesús manda sus amigos a anunciar
el Reino después que estos estuvieron un tiempo con él, compartiendo su vida.
No podemos olvidarnos en nuestras vidas de que somos llamados a vivir nuestra
vocación de discípulos misioneros y de la indisolubilidad de estas dos facetas
de nuestra vocación cristiana. Somos entonces llamados a VIVIR e INTENSIFICAR
nuestra relación con Dios para que nuestro anuncio tenga la fuerza del
testimonio, la autoridad que viene no a partir de las palabras o los méritos
sino desde la vida vivida.
Vayamos… anunciemos…
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